También conocida como la emancipación, esta es una de las hazañas más importantes de la historia de América y cuyo estudio, debe ser motivo de estímulo para fortalecer la unidad entre los pueblos americanos.
Entender este proceso no es posible en la medida que se vean las cosas aisladas, unilaterales, es decir; si sólo analizamos la independencia del Perú fuera del contexto sudamericano y mundial, no podríamos tener una visión certera de la misma ni esbozar las lecciones que nos deparan en la actualidad a nuestros pueblos. La emancipación fue un proceso amplio, generalizado, que abarcó gran parte de Sudamérica. La ruptura con el dominio colonial fue necesaria, justa, ya que España, país feudal y con capitalismo atrasado, no tenía que ofrecer nada al desarrollo de América. Por lo contrario, la mantención como colonias españolas constituía una traba al avance de las nacientes fuerzas productivas de esta parte del continente.
Repasemos el contexto mundial. Estamos en las primeras décadas del siglo XIX. Pleno apogeo de la industria capitalista. Inglaterra era el país más desarrollado y el que más necesidad expresaba de ingresar con mayor libertad al mercado sudamericano para ampliar sus negocios. Es parte de la expansión capitalista por el mundo. El copamiento de los mercados es una necesidad de la industria capitalista. Y América no escapaba a ello. Ya la India estaba en manos de los ingleses. Por ello la participación importante de este país en el proceso independentista.
Por otro lado Francia había culminado un proceso revolucionario. La burguesía de ese país, ya en el poder, ambicionaba expandirse por los mercados de Europa continental. El llamado imperio napoleónico iba a cumplir esa necesidad. Sin embargo, la falta de un fuerte capitalismo e industria francesa impidió que asegure el control de esos mercados. De ahí su fracaso en España y Rusia sobre todo. De todos modos la invasión napoleónica a España, 1808, debilitó a este país en cuanto se refiere al control de sus colonias en América. De eso se aprovecharon los criollos americanos. Las Juntas de Gobierno creadas en este continente expresan esa creciente coyuntura separatista. Tras el fracaso napoleónico retornó el absolutismo a España. Ya debilitado dicho absolutismo no pudo impedir las sucesivas independencias de las colonias en Sudamérica. Ni siquiera la llamada Santa Alianza, conservadora y absolutista, pudo detener el avance libertario de los americanos.
En Sudamérica, se vivía un contexto de crecimiento económico en algunos puertos comerciales independientemente de la política colonial. Las reformas borbónicas aplicadas por España en América en el siglo XVIII permitieron la apertura de nuevos puertos como Buenos Aires, Caracas, Valparaíso, Santa Fe, etc. A partir de allí se intensificará un comercio con los países europeos. De Europa llegaban productos industriales como textiles, cueros, vidrios, etc. Esto favorecía el surgimiento de burguesías comerciales en dichos puertos sudamericanos siendo los de Buenos Aires y Caracas los más importantes. Estas burguesías de criollos ambicionaban iniciar un proceso de industrialismo en sus regiones. Junto con dichas oligarquías se difunden las ideas más avanzadas de la Ilustración, las ideas de soberanía, igualdad, libertad, propiedad, que para aquella época, estaban en boga, sobre todo a partir de la Revolución Francesa. Estas burguesías por lo visto, requerían ampliar sus mercados en Sudamérica, pero España, era un obstáculo a su avance económico. España aplicó una política proteccionista, rentista, de su mercado, y para aquel momento, eso era una traba al desarrollo de las fuerzas productivas en esta parte del continente. Siempre España impidió el surgimiento de mercados en América. La metrópoli tenía el monopolio comercial y no quería ninguna posible competencia. Para inicios del siglo XIX, esa política simplemente reventó.
Sabemos que de la necesidad económica, fácilmente se sigue la necesidad política. Y es que estas oligarquías criollas, ávidas de mercados propios y de tierras, comienzan a plantearse la idea de la ruptura, la emancipación política del dominio español. Uno de los primeros precursores de esta proclama separatista fue el criollo arequipeño, jesuita Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, quien en su obra “Carta a los Españoles Americanos” a fines del siglo XVIII, expresa la necesidad de los criollos de luchar por la independencia. Otro criollo separatista fue Francisco de Miranda, prócer venezolano, que también dejó el camino marcado para la independencia de su región.
En el Perú el sentimiento libertario era fuerte sobre todo entre los criollos provincianos, profesionales y comerciantes muchos de ellos, quienes imbuidos de las ideas ilustradas, anhelaban esta emancipación. Ya antes de las llegadas de las corrientes libertadoras, habían estallado levantamientos y rebeliones dirigidos por estos criollos, como la de Francisco de Zela en Tacna, Juan José Crespo y Castillo en Huánuco, Enrique Pallardeli en Tacna, los hermanos Ángulo en el Cusco, Arequipa y Puno, siendo esta última la más trascendental. Todas ellas fracasaron por la incapacidad de los dirigentes criollos quienes no supieron incorporar decididamente a las masas campesinas y a otros sectores populares como los negros esclavos a la lucha independentista. Otro factor de su fracaso fue la escasa visión nacional que tuvieron. Dichas rebeliones en su mayor punto pecaron de regionalistas. Y a ello se suma la acción represiva de las autoridades coloniales encabezados por el virrey Fernando de Abascal, quien tuvo a su vez el respaldo económico de los aristócratas comerciantes limeños agrupados en el Tribunal del Consulado. Este sector era opuesto a todo intento separatista. Recordemos que dicho grupo económico fue favorecido por el monopolio comercial implantado por España desde el siglo XVI. Para aquel momento ya había acumulado cuantiosa fortuna y no quería perder sus privilegios con la independencia.
Así pues hay dos sectores de criollos en el Perú enfrentados en esta lucha: los limeños aristócratas, hacendados y comerciantes, vinculados fuertemente a España, opuestos al proceso separatista; y los provincianos liberales, profesionales y comerciantes, descontentos con la administración colonial, quienes anhelaban la independencia. De estos últimos saldrán los famosos próceres como Faustino Sánchez Carrión, Toribio Rodríguez de Mendoza, Luna Pizarro, etc. Esta diferencia entre grupos criollos no es del todo rígida, sin embargo, términos generales, se los puede dividir de esa manera.
Las corrientes libertadoras que convergerán en el Perú surgen pues por necesidad de terminar con el dominio español en América. Mientras en Buenos Aires y Caracas, ya los patriotas criollos habían alcanzado su emancipación, bajo la batuta de José de San Martín y Simón Bolívar respectivamente; el Perú continuaba y se convertía en el principal bastión de la reacción colonial, específicamente Lima. Como se dijo la necesidad de terminar con el dominio español iba acompañada por el interés económico de ampliar los mercados y tierras para el control de estas burguesías criollas.
Simón Bolívar criollo liberal, dirigió la independencia de Venezuela y Nueva Granada, luego en el Congreso de Angostura se apresta a fundar la República de la Gran Colombia y a establecer la corriente libertadora del norte. Su proyecto fue mucho más ambicioso que el de San Martín. Estaba por la conformación de una República Federativa Hispanoamericana, que busque desenvolver un capitalismo siendo Caracas el centro comercial de dicha Federación, todo ello bajo el respaldo del capitalismo inglés. Este proyecto fracasó por la oposición de los terratenientes conservadores y militares de cada país naciente, quienes como nuevos señores feudales pretendían gobernar sus regiones cual si fueran chacras. Ahí Hispanoamérica perdió una gran oportunidad de avizorar un desarrollo mancomunado.
En cuanto a la oligarquía bonaerense, después de independizar Buenos Aires, conforman su corriente libertadora del sur. Aquí se mezclaban intereses comerciales bonaerenses con los de los terratenientes, especialmente los ganaderos de las pampas argentinas. El de San Martín fue pues un proyecto conservador, hasta cierto punto monárquico que es lo que deseaba para el Perú, bajo el modelo político inglés de la monarquía constitucional. San Martín buscaba a conciliación con el español, el respeto de sus propiedades y títulos de nobleza. Sobre todo por el desprecio y temor que le inspiraban los campesinos y de que estos se metieran a la lucha. Chile fue el primer punto de esta corriente. Consumada su independencia en Maipú, la oligarquía comercial de Valparaíso se hará presente también, vía sus agentes, en la campaña hacia el Perú. Y en todo ese proceso el capitalismo inglés prestaría su decidido apoyo a ambas campañas. Como vemos serán muchos los intereses de las clases en pugna en este proceso separatista.
Las masas campesinas jugaron un papel decisivo en la emancipación. Siglos de explotación y miseria no hacían sino generar un sentimiento de odio al español y a sus aliados criollos aristócratas. La rebeldía de estos pueblos era algo que conmovía. La lucha indígena por la libertad ya había estallado mucho antes de consumada la independencia. En el siglo XVIII estallaron más de 100 rebeliones indígenas de carácter anticolonial y antifeudal, siendo la más importante la encabezada por el cacique José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, en 1780. Fue el movimiento social revolucionario más estremecedor de la colonia. Muchos héroes destacan en esta gesta como Micaela Bastidas, Tomasa Titu Condemayta, Diego Cristóbal Túpac Amaru, Túpac Catari, Pedro Vilcapaza, etc. Sin embargo, traiciones en el seno de los cacicazgos y errores en la dirección del movimiento terminaron por ahogar la revolución en una aplastante derrota.
Después de la derrota de la revolución tupacamarista, las autoridades coloniales aplicaron una fuerte represión contra el pueblo andino. A partir de allí se expresó un repliegue en sus luchas, de la que saldrán a inicios del siglo XIX cuando apoyen las rebeliones criollas, y ya durante la etapa de las corrientes libertadoras fueron quienes pusieron su sangre en demasía por la emancipación. Sin el apoyo de estas masas, conocidos como los “montoneros” la independencia no hubiese sido posible. La presión que ejercieron a la aristocracia limeña opuesta a la independencia, cuando estaban las montoneras por ingresar a Lima, las hizo cambiar de opinión. Sus propiedades pesaban mucho más que cualquier sentimiento patriota. San Martín recibió para ello el encargo de los aristócratas de protegerlos de los “indios”. De ahí surgió la famosa proclamación de la independencia en Lima en 1821, dejando a los realistas el control de la sierra. Así el tal 28 de julio del 1821, más que la concreción de la independencia, sólo se expresa una medida apresurada para evitar un inminente levantamiento campesino en las ciudades que golpearía las bases del poder de la aristocracia. Así se ve el carácter conservador de la corriente dirigida por San Martín.
Luego en el Protectorado San Martín busca defender a los aristócratas y se enfrenta a la oposición de los liberales que abrazaban las ideas republicanas. Sanchez Carrión, Rodriguez de Mendoza, fueron gravitantes en este contexto para la causa republicana. San Martín fracasa militar y políticamente, y se retira del Perú instalando el 1er Congreso. Nace así la República en 1822. Pronto surge el caos y desgobierno, aristócratas y liberales peruanos se enfrentan por la forma de gobierno que debe adoptar el Perú independiente, mientras los españoles en la sierra tenían amplio control de la situación y retomaron Lima en 1823. Así, mientras el caos reinaba en el Perú, héroes como María Parado de Bellido en Ayacucho y José Olaya en Lima, entregaban sus vidas por la promesa de la patria independiente. Llegaron a existir dos presidentes a la vez en el Perú: José de la Rivaguero, primer presidente, y José de Torre Tagle. Esta situación caótica sera aminorada con la llegada necesaria de la corriente libertadora del norte con Simón Bolívar a la cabeza quien pronto reprimió a estos conservadores.
Bolívar, con promesas de tierra y libertad, convoca a las masas campesinas a la guerra. Cobra cupos a la aristocracia norteña para costear la guerra y en poco tiempo logra rearmar un poderoso ejército. Sánchez Carrión fue su secretario de guerra. Las campañas de Junín y Ayacucho en 1824, contaron con decisiva participación de las montoneras. Fueron las masas campesinas quienes hicieron capitular a los realistas. Sin embargo, los criollos, aristócratas y liberales, quienes dirigieron estas campañas separatistas no tomaron en cuenta los intereses ni necesidades propias de los campesinos, como el derecho la tierra, ni la supresión de los tributos, en la nueva etapa republicana. Al contrario, la explotación de las masas se acentuó, la marginación, indiferencia y opresión se hizo más exasperante para el pueblo andino en la república como se verá en otro trabajo.
En conclusión: la emancipación fue obra de las masas populares, campesinas, negros esclavos, mestizos, etc.; fue con su concurso determinante que esta lucha cristalizó en la ruptura con España. Sin embargo, los que dirigieron este proceso, criollos aristócratas y militares terratenientes, mantuvieron durante la república, las mismas estructuras coloniales de opresión hacia las masas y permitieron una nueva dependencia hacia otras potencias, en este caso a Inglaterra, quien fue la más beneficiada con este proceso. Así, el capitalismo ingresa con más fuerza en Sudamérica y en todo lo que quedará del siglo XIX se profundizará el sometimiento de nuestros pueblos al capitalismo inglés, convirtiéndose las burguesías locales de los países independizados progresivamente en meros intermediarios y agentes del gran capital. Por lo tanto la lucha por la verdadera emancipación, la del gran capital y del imperialismo no ha terminado; prosigue, y es deber de los pueblos americanos, de sus clases trabajadoras, hermanados por una tradición de lucha, bajo sus organismos de vanguardia, terminarla y construir una América verdaderamente soberana.
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