jueves, 16 de septiembre de 2010

La Revolución Neolítica



El neolítico es el periodo final de la comunidad primitiva. Aquí se produce el primer gran salto de la historia. La primera revolución económico-social: la revolución neolítica.
Con un medio geográfico ya estable bajo el holoceno, el neolítico es un periodo relativamente corto comparado con los periodos anteriores. Aquí los cambios producidos van a permitir un mayor desarrollo de la producción y esto conllevará a la descomposición de la comunidad primitiva.

La economía es productiva. Las actividades de subsistencia dan paso a la autosuficiencia con el surgimiento de los excedentes. Se alcanza un dominio mayor de la naturaleza. La revolución neolítica da paso al surgimiento de la agricultura y la ganadería.

Entendemos la agricultura como actividad encaminada a la producción de alimentos a partir de la tierra usando para ello técnicas de irrigación (canales, acequias) y herramientas de cultivo (hoz, arado). Los cultivos son más especializados, desde frutos, legumbres, cereales, etc. La mujer creará esta actividad; sin embargo, su desarrollo estará a cargo del varón. Ello porque un nuevo reparto de tareas ente el hombre y la mujer se está produciendo en el seno de la tribu.

La ganadería constituye una actividad en la cual el pastoreo de animales y el uso de sus propiedades (carne, pieles, leche, cuero, lana, huesos, etc.) se vuelve especializada.

Los centros originarios

Ambas actividades y todos los cambios sociales que generan surgen en lugares específicos del mundo, y a partir de allí aparecerán las primeras civilizaciones. Dichos lugares se denominaran “centros originarios”. En cada centro surgió – de manera independiente- la revolución neolítica. Estos fueron cinco, a saber:

 Cercano Oriente (Media Luna fértil: trigo, cebada, lentejas; vacas, ovejas)
 Medio Oriente ( India: algodón; cebú)
 Lejano Oriente ( China: arroz mijo, cerdo; cerdo)
 Mesoamérica (maíz, habas; pavo)
 Andes (papa, camote, yuca; llama, alpaca)

La industria lítica viene marcada por la piedra pulida u ornamentada. Esto es por la necesidad de perfeccionar las herramientas de trabajo para que sean funcionales a las nuevas actividades. Así tenemos las hachas, arpones, punzones, hoces, morteros, etc.


El desarrollo productivo que generó la revolución neolítica dio paso a la división social del trabajo, es decir a una especialización de los productores dentro de la comunidad de acuerdo a las actividades productivas. Esta división social será mucho más decisiva que la antigua división natural. Su desarrollo va generar fenómenos como la propiedad privada y la división de clases. Se pueden evidenciar tres grandes divisiones sociales del trabajo a saber:

 1era:Agricultores y ganaderos (pastores)
-Excedentes económicos, sobrantes, que permitirá el ahorro, la autosuficiencia y la propiedad privada.

 2da: Artesanos
-Cerámica, tejidos, metalurgia (cobre, bronce) curtiembres
-Tributación a jefes astrónomos (explicación de fenómenos climáticos a la tribu para el desarrollo productivo)
-Intercambio de productos (trueque)

 3ra: Comerciantes
-Producción mercantil generalizada

Nace la propiedad privada
La división social del trabajo pone las bases para la descomposición de la comunidad primitiva. El surgimiento de los jefes como necesidad de concentrar el conocimiento de los fenómenos astronómicos y dirigir la producción, demanda para la tribu la generación de más excedentes que serán tributados a dicho jefes.

La apropiación de excedentes de parte de los jefes va generando en ellos un cambio en su concepción del mundo, en su conciencia, en la cual ya no será el desarrollo social lo más importante sino el desarrollo individual; surge la alienación social (egoísmo), todo ello se condensará en la propiedad privada de los medios de producción (tierras, herramientas).

De esta manera la contradicción principal hombre vs naturaleza termina y se crea una nueva contradicción principal:

Propietarios Vs Productores directos
( Sacerdotes) (Tribu)

La propiedad privada acarrea el surgimiento de las clases sociales, grupos diferenciados por la propiedad o no de los medios de producción, por el grado de participación en el proceso de trabajo, y por la cantidad de ingresos obtenidos. En pocas palabras nace la desigualdad social.

En base a ello una clase se aprovecha del trabajo de otra para su propio beneficio. El robo es ahora la característica fundamental. La explotación del hombre por el hombre ha comenzado en la historia.
Las tribus (uniones de clanes) constituyen las formas de organización en la cual se evidencia un sedentarismo definitivo. La revolución neolítica permitió la estabilidad territorial de los pueblos en donde pasarán a defenderse con métodos no poco pacíficos. Se construyen aldeas lacustres (palafitos) y de barro. En dichas tribus los jefes patriarcas serán los varones, se impone el conocimiento astronómico y la fuerza física, mientras la mujer quedará relegada a tareas domésticas ahora subordinada al hombre. Ingresamos a la época del patriarcado.

Se expresa un desarrollo ideológico en función a los intereses de los sacerdotes. Estos, para legitimar su poder crean una serie de “dioses” a los cuales les atribuyen la causalidad de los fenómenos astronómicos y de aplicar sanciones aquellos que desobedezcan sus mandatos. Es un control ideológico basado en el miedo, al que los trabajadores de la tribu se irán sometiendo. Para consolidar su poder se construirán centros ceremoniales o templos en donde se almacenarán los excedentes. Poco después al surgir el Estado aparecerá la religión como ideología sistemática orientada al culto de una divinidad y la creencia en un más allá.

La revolución neolítica trajo también un explosivo aumento demográfico que se expresará en la construcción de las primeras ciudades. A este fenómeno se le conoce como la “Revolución Urbana” los cuales surgirán en los centros originarios. Allí se concentrarán las tareas de dirección de la comunidad, de actividades artesanales, comerciales y de residencia de las élites dominantes Entre las primeras ciudades tenemos a Jericó (Palestina), Chatal Huyuq (Turquía), Kalatjarmo, Ur (Irak), Mohenjo-Daro (India), etc.

Se expresará así mismo un desarrollo artístico notable como la cerámica, cestería, textilería, curtiembres (vestidos), metalurgia (cobre, bronce, hierro), arquitectura megalítica (menhires, dólmenes, cromlech) como centros de adoración.

Con todos estos cambios la comunidad primitiva entra en acelerada descomposición, las clases sociales originan enfrentamientos (lucha de clases) y guerras por ampliación de territorios azuzados por sus jefes patriarcales. Esa agudización de las luchas de clases va a ir generando la formación de un aparato político, militar e ideológico que defienda y consolide el poder de la clase dominante y a su vez reprima a los sectores explotados. Dicho aparato lo tenemos expresado en el Estado. Los prisioneros de guerra son ahora esclavizados por los primeros Estados y su posterior crecimiento va ir dando forma al siguiente modo de producción: el esclavismo.
Las guerras aparecen con la propiedad privada

martes, 10 de agosto de 2010

La implantacion Imperialista en el Perú



En este artículo vamos a analizar cómo se expresa la penetración del imperialismo en nuestro país y cómo afecta a nuestra formación económico-social. Ello debemos enmarcarlo a fines del siglo XIX e inicios del siglo XX.
Para entender el proceso de formación económico-social del país a inicios del siglo pasado es menester ubicar el contexto mundial dentro del cual se desenvuelve y éste es el de la expansión colonial imperialista sobre el mundo: África, Asia, Oceanía, Latinoamérica. La expansión de los monopolios por el orbe llevando el capitalismo a lugares inimaginados, generando mayor explotación y pobreza a los países oprimidos como el nuestro. A su vez entender también el contexto de la “paz armada”, esa carrera armamentista de las potencias europeas que van preparando las condiciones para el futuro estallido de la primera guerra mundial.

El imperialismo, como lo definiera Lenin, es la última fase del capitalismo o su fase superior, caracterizado por tres rasgos fundamentales: monopolista, parasitario y agonizante.

Entendemos el carácter monopolista del imperialismo, el cual va concentrando los capitales y la producción en pocas empresas, formando consorcios capitalistas como el trust, holding, cartel, etc.; eliminando toda libre competencia, destruyendo a las pequeñas y medianas empresas, y acaparando todos los mercados. Esa lucha permanente entre los monopolios y el reparto de los mercados, nos llevará a las dos guerras mundiales que tanta destrucción han generado.

Es parasitario porque ya no tiene como mira principal el desarrollo de las fuerzas productivas entre ellas el conocimiento; sino que vive absorbiendo, extrayendo, las fuentes de recursos naturales en naciones oprimidas, como el caso del petróleo y los minerales. Ello no escapa a nuestro país que ve cada día más espoliada sus recursos naturales bajo la forma de enclaves. Con ello se asegura también una mano de obra baratísima. Así mismo estos monopolistas expresan sus luchas económicas en las bolsas de valores, por quitarse las riquezas y especulando con inversiones en futuros mercados por conquistar, originando cada vez crisis mucho más fuertes.

Agonizante porque no puede proponer una salida a los problemas del hambre y miseria que hay en el mundo. Por lo contrario, su misma existencia es la que genera, mantiene y ahonda los grandes problemas que vemos hoy a nivel mundial, como el desempleo, las guerras de agresión, la explotación, la prostitución, etc. Es un obstáculo al progreso social, y ello se refleja en las crisis constantes que se expresan como la de estos últimos seis años -la más grande y grave- que, aún cuando ya terminó, demuestra la proximidad de su inminente caída.

Al respecto hay que precisar cómo opera el Imperialismo en países oprimidos como los nuestros. Aquí el imperialismo -sobre una base económica feudal heredada de la colonia- nos impone un capitalismo atrasado, cuya principal actividad no estará orientado al desarrollo de nuestras fuerzas productivas, al desarrollo nacional; sino al simple manejo, administración y cuidado de sus inversiones de capital, es decir un capitalismo burocrático, atado a la feudalidad, que sólo buscará acrecentar las ganancias de los imperialistas y de la burguesía de la cual se sirve en el Perú. Esto es, de la gran burguesía, intermediaria del gran capital, generando una explotación despiadada sobre nuestra población. Así se nos impone un capitalismo burocrático, que sin lugar a dudas, afianza nuestra subordinación hacia las potencias, convirtiendo en ese contexto a nuestra sociedad en semifeudal y semicolonial.




Sin duda la penetración imperialista en el Perú y el capitalismo burocrático que trae, va generar contradicciones con la antigua forma feudal-latifundista de economía; cuya clase social -la aristocracia terrateniente, los gamonales, propietarios de haciendas provenientes de la colonia- van a oponerse en muchos casos a esa penetración. Esto en parte por que dicha penetración imperialista obligaría a cambiar paulatinamente las relaciones de producción en el campo demandando mano de obra asalariada, en detrimento de la servidumbre feudal que campeaba en la sierra; y ello no les convenía a los hacendados porque disminuía sus ganancias. Estas contradicciones se harán patente en toda la primera mitad del siglo XX, y se expresarán en golpes de Estado, gobiernos inestables, anarquía, etc.; para al final dejar ya en el mando absoluto del Estado a la gran burguesía aliada del imperialismo.

Dentro del conjunto de potencias imperialistas que luchan por el reparto de mercados, será la inglesa quien tome las riendas de la mayor parte de los mercados mundiales a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Alemania y Estados Unidos, nuevas potencias imperialistas que le pisaban los talones, la desplazarán poco a poco, y la futura 1era guerra mundial constituirá un nuevo reacomodo de poderes a nivel mundial.

En nuestro país la penetración mercantil inglesa ya se expresaba desde la misma emancipación cuando apoyó financiera y logísticamente a las campañas libertadoras, especialmente de Bolívar. En la época del guano con Castilla también se manifestaba a través de la casa Gibbs; en aquellos momentos su desarrollo económico operaba sobre una política librecambista y de consignaciones con el Estado para la extracción y venta del principal recurso de la época: el guano.

Pero es después de la guerra del guano y salitre o guerra con Chile (1879-1883), en donde Inglaterra se va a apoderar totalmente de nuestra economía, a la sazón, destruida por la guerra, y en este caso ya con una política monopólica. A partir del contrato Grace (1888) sentarán las bases legales para su incursión y en el gobierno de Piérola hará su ingreso bajo la forma de inversiones, bancos y enclaves.

A partir de la llamada República Aristocrática, con el gobierno de Nicolás de Piérola (1895-1899) se instalan bancos (Popular, Italiano, Internacional), y fábricas, especialmente de tejidos en Vitarte, se reforma la moneda creándose la libra peruana para adaptarse a la moneda inglesa, se establecen enclaves como el petróleo en manos de la Lomdon Pacific, el caucho, los minerales, etc. Se fomenta el desarrollo agro exportador en la costa con mayor inversión de capital en los ingenios azucareros; se ahonda en el control de nuestras materias primas como nunca antes visto. De esta manera el Perú se inserta en el nuevo orden imperialista como país primario exportador con mano de obra barata y una clase política sumisa al gran capital: el civilismo.

Sin embargo, esa penetración capitalista va ir generando al proletariado, la clase obrera peruana, quien se concentrará específicamente en las ciudades del país, dónde se instalarán algunas fábricas. Mientras en el campo la masa campesina seguirá sometida a formas feudales de explotación bajo el mando de los gamonales. Así, las dos principales clases populares se encontrarán poco a poco, a medida que la expansión imperialista haga necesaria su penetración en nuestra serranía para la extracción de las materias primas. Y así también como la crisis de la agricultura feudal traiga como consecuencia la presencia de masas provenientes del campo hacia las ciudades para el trabajo en las fábricas. Poco a poco, merced a la lucha de clases, se abrirá terreno para nuevas ideologías y planteamientos políticos que reflejen el sentir, las necesidades de las clases populares como el anarquismo, sindicalismo, indigenismo y, posteriormente, el aprismo y el socialismo.

Así pues vemos cómo el imperialismo ingresa a dominar nuestra estructura económica, y cómo a partir de ahí la superestructura política y las formas de ideología y cultura estarán teñidas por la dominación monopolista. Esto establece y mantiene la contradicción imperialismo-naciones oprimidas, que demanda a nuestros pueblos luchar contra esa dominación y emancipar completamente a nuestras naciones.

Obreros de fábrica y campesinos de hacienda





viernes, 6 de agosto de 2010

El Imperio Romano y el hundimiento del Esclavismo





El Imperio Romano expresó la crisis y decadencia del sistema esclavista. Roma, en su proceso imperialista, arrasó con la mayoría de pueblos de la antigüedad. Egipcios, persas, judíos, griegos, etc.; cayeron bajo las garras de esta sociedad occidental. Cabe recordar que cuando hablamos de Imperio nos referimos a una sociedad, cuya capital o centro de poder, vive de la expoliación de los pueblos sometidos. Y en ese contexto, las luchas de estos pueblos por su emancipación se hacen más fuertes, generando la crisis y debilidad de todo el Imperio. Por ello esa sociedad se vuelve parasitaria, decadente y está próxima a fenecer. ¿Pero cómo surgió este Imperio?

Recordemos que antes del Imperio Romano estaba la República (509-27 ane), el gobierno del senado y los cónsules. Es de ese periodo que data la tremenda expansión de Roma. Esta expansión lejos de fortalecer al Senado lo debilitó y encumbró al sector militar, al ejército legionario, cuyos generales se disputarán palmo a palmo los territorios invadidos y las riquezas allí existentes. Allí se expresa contradicción entre las clases dominantes.

La expansión romana aumentó la explotación y esclavización de pueblos enteros. A ello se suma la ruina de los plebeyos pobres que serán despojados de tierras. Así el poder económico se irá concentrando en los patricios latifundistas y militares, mientras que la gran mayoría estará sumida en la pobreza y miseria. Eso será caldo de cultivo para las rebeliones de plebeyos y esclavos, siendo la más trascendental la liderada por Espartaco (73ane) que a pesar de ser derrotada, remeció al sistema esclavista poniéndolo en la crisis de la que ya no saldrán.

Finalmente surgen los triunviratos, gobierno de tres generales, para poner orden en la república, pero también fracasaron. La guerra civil devoraba a los romanos. Así, a la crisis social y económica, se suma la crisis política; y ello tendrá que desencadenar necesariamente en una concentración del poder en manos de los caudillos militares. El poder pasa a manos de “salvadores” respaldados por el ejército: los emperadores. El Imperio pues surgió para enfrentar la crisis generalizada, aplastar todo tipo de conspiraciones y salvar a Roma de su descomposición.

Notemos como el Imperio expresará la decadencia de Roma esclavista; sin embargo, no caerá rápido. Pasarán más de 400 años para que se derrumbe totalmente. Ello nos demuestra como los imperios indefectiblemente caen a pesar de su larga duración y aparente “eternidad”. Es la ley de la historia: que unos sistemas por caducos caigan y sean remplazados por otros superiores.

El Imperio arranca con César Augusto (27ane-14ne) quien fue el principal reorganizador de la sociedad romana. En su gobierno se expresó una tibia recuperación, con el aumento de la producción, impuestos y el comercio; así como una relativa estabilidad política conocida como pax romana. Crea la guardia pretoriana para blindar a los emperadores de conspiraciones del propio ejército y mantiene al Senado aunque sea de pantalla. También a este periodo inaugurado por él se le conoce como el Principado.

Es de estos tiempos de explotación y desesperanza de los pueblos donde aparecen profetas en muchos lugares del cercano oriente que se hacían pasar por mesías o salvadores enviados de Dios. Es en Palestina dónde se da un acontecimiento clave que es el surgimiento del cristianismo. No nos detendremos en analizar a ese “Cristo” proclamado hijo de Dios sino en el mensaje que encierra. El cristianismo es una religión espiritualista, moralista, que proclama la creencia en un solo Dios, que llevará al “cielo” y a la “salvación eterna” a todos los que crean en él y se amen los unos a los otros. Este pensamiento es abrazado como una esperanza por los más pobres, los esclavos y campesinos, como una promesa de una vida mejor en el más allá. Para ello había que tener fe en Dios y aceptar la realidad por más dura que fuese. El cristianismo como vemos encierra en el fondo resignación y pasividad.

A pesar de esas características, esta religión cumplió un papel positivo en el derrumbamiento del esclavismo, al proclamar valores superiores a los de la sociedad romana como el amor, la solidaridad, la fe, la resistencia, etc. Los romanos no vieron otra cosa para reprimir a esta religión que perseguir y exterminar a los cristianos. Ello no apagó la creencia en esta religión; por lo contrario, lo reforzó más, de ahí que a finales del imperio, el cristianismo se había extendido por gran parte del Imperio. Vemos ahí otra ley histórica: que la represión de las ideas, cuando se creen justas, no las suprimen, no las debilitan; sino, por el contrario, las refuerzan y las extienden más.

El imperio sigue su curso, emperadores como Tiberio, donde crucifican al “Cristo”, Calígula, Claudio, Nerón -que incendió Roma- demuestran ser muy ineptos para gobernar. Para sofrenar al pueblo hambriento se les otorgaba el conocido “pan y circo”, una versión romana de lo que hoy es el adormecimiento ideológico a nuestra población y las dádivas que reparten los gobiernos para mitigar el hambre del pueblo. Estos espectáculos consistían en peleas de gladiadores y como telón de fondo matanza de cristianos. Así mataban el tiempo los emperadores en Roma, mientras que las provincias sufrían el peso de la explotación, la esclavitud y los impuestos. Vespasiano y su coliseo romano, Tito y la diáspora, la dispersión judía por el mundo, hecho de trascendencia crucial para el futuro de estos pueblos judíos.

La máxima expansión imperial se alcanza con Trajano (117). La guerra entre los emperadores por las riquezas no se hace esperar. El caos y la anarquía sacuden al imperio. Las rebeliones de esclavos se agudizan en este contexto. Algo importante es que los romanos no penetraron en una región del norte europeo conocida como la Germania. Allí vivían tribus agrícolas muy belicosas, conocidos como los “bárbaros”, porque para los romanos estos pueblos eran atrasados culturalmente.





Tenían por lo común estos germanos reyes cuyos guerreros le eran fieles y se hacían merecedores, por gracia del rey, de las tierras que conquistaban. Así se expresa el llamado vasallaje. Estos pueblos germanos arrinconados al norte ven la necesidad de ingresar al territorio imperial, y lo harán en oleadas sucesivas. Ello por una necesidad de conseguir más tierras de cultivo y también presionados por el avance de los pueblos asiáticos a occidente como los Hunos. Los romanos al inicio aceptarán su ingreso para defender las fronteras, posteriormente los germanos invadirán todo el Imperio y en guerra con los romanos. Todo esto irá minando las bases políticas del imperio, irá fragmentando los territorios romanos, y apoderándose de las tierras para dichos germanos. Los esclavos verán con beneplácito estas incursiones bárbaras y les prestarán su apoyo. Muchos esclavos abandonan los campos romanos y se concentrarán en las ciudades a la espera de comida; la mendicidad en Roma crece, la producción agrícola decae y los impuestos provinciales decrecen. La crisis económica es patente.

En el periodo conocido como Dominado, (siglo III-V) se eliminan todo tipo de instituciones republicanas (senado, asambleas); el poder se concentra sólo en el emperador y ejército. Dioclesiano impulsa la tetrarquía, la división del imperio en 4 provincias para gobernarlo mejor pero fracasa. Así mismo, para volver a obtener mano de obra para el campo, se impulsa el sistema del colonato, consistente en otorgar parcelas de tierra a los campesinos para que trabajen dentro de los latifundios, estén protegidos de la guerra, y a cambio den parte de su cosecha al latifundista. Estos ex esclavos ahora son los colonos. Esto es el antecedente económico del feudalismo. El esclavismo se está descomponiendo.

Constantino vuelve a reunificar el imperio, resuelve el problema religioso, tolerancia religiosa por el Edicto de Milán (313), favoreciendo a los cristianos. Traslada la capital del imperio a Bizancio, ahora llamada Constantinopla, sede del futuro imperio Bizantino. La iglesia cristiana se organiza siguiendo la estructura política romana. En el Concilio de Nicea se sientan las bases del dogma cristiano, el pensamiento único. Ahora viene la represión a los “herejes”. Comienza la iglesia a tener más poder. Teodosio oficializará en Tesalónica el cristianismo (378) para tener injerencia política y económica del Estado romano sobre la iglesia. Ahora nace la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, al servicio de los patricios, de los emperadores romanos. Muy lejos quedó la otrora religión de los esclavos.

Finalmente Teodosio y su división imperial: Occidente para Honorio, Oriente para Arcadio. (395). La parte de occidente será avasallada por los “bárbaros”: Visigodos, Ostrogodos, Vándalos, Hunos, azotan a Roma y conformarán reinos en donde las tierras se reparten a los vasallos del rey bárbaro. Roma de occidente está por fenecer. Los hérulos al mando de Odoacro, derrocan a Rómulo Augústulo y derriban al imperio de occidente (476). Mientras tanto Roma de oriente resiste por cerca de mil años y se reorganiza bajo el nombre de Imperio Bizantino. Termina la llamada Edad Antigua y arranca la Edad Media. Así el esclavismo romano sucumbió. Mientras tanto, de la extensión del colonato, de los reinos germanos y su vasallaje, del catolicismo, nacerán las bases del nuevo modo de producción: el Feudalismo.






miércoles, 4 de agosto de 2010

Acerca de la Independencia del Perú





También conocida como la emancipación, esta es una de las hazañas más importantes de la historia de América y cuyo estudio, debe ser motivo de estímulo para fortalecer la unidad entre los pueblos americanos.

Entender este proceso no es posible en la medida que se vean las cosas aisladas, unilaterales, es decir; si sólo analizamos la independencia del Perú fuera del contexto sudamericano y mundial, no podríamos tener una visión certera de la misma ni esbozar las lecciones que nos deparan en la actualidad a nuestros pueblos. La emancipación fue un proceso amplio, generalizado, que abarcó gran parte de Sudamérica. La ruptura con el dominio colonial fue necesaria, justa, ya que España, país feudal y con capitalismo atrasado, no tenía que ofrecer nada al desarrollo de América. Por lo contrario, la mantención como colonias españolas constituía una traba al avance de las nacientes fuerzas productivas de esta parte del continente.

Repasemos el contexto mundial. Estamos en las primeras décadas del siglo XIX. Pleno apogeo de la industria capitalista. Inglaterra era el país más desarrollado y el que más necesidad expresaba de ingresar con mayor libertad al mercado sudamericano para ampliar sus negocios. Es parte de la expansión capitalista por el mundo. El copamiento de los mercados es una necesidad de la industria capitalista. Y América no escapaba a ello. Ya la India estaba en manos de los ingleses. Por ello la participación importante de este país en el proceso independentista.

Por otro lado Francia había culminado un proceso revolucionario. La burguesía de ese país, ya en el poder, ambicionaba expandirse por los mercados de Europa continental. El llamado imperio napoleónico iba a cumplir esa necesidad. Sin embargo, la falta de un fuerte capitalismo e industria francesa impidió que asegure el control de esos mercados. De ahí su fracaso en España y Rusia sobre todo. De todos modos la invasión napoleónica a España, 1808, debilitó a este país en cuanto se refiere al control de sus colonias en América. De eso se aprovecharon los criollos americanos. Las Juntas de Gobierno creadas en este continente expresan esa creciente coyuntura separatista. Tras el fracaso napoleónico retornó el absolutismo a España. Ya debilitado dicho absolutismo no pudo impedir las sucesivas independencias de las colonias en Sudamérica. Ni siquiera la llamada Santa Alianza, conservadora y absolutista, pudo detener el avance libertario de los americanos.

En Sudamérica, se vivía un contexto de crecimiento económico en algunos puertos comerciales independientemente de la política colonial. Las reformas borbónicas aplicadas por España en América en el siglo XVIII permitieron la apertura de nuevos puertos como Buenos Aires, Caracas, Valparaíso, Santa Fe, etc. A partir de allí se intensificará un comercio con los países europeos. De Europa llegaban productos industriales como textiles, cueros, vidrios, etc. Esto favorecía el surgimiento de burguesías comerciales en dichos puertos sudamericanos siendo los de Buenos Aires y Caracas los más importantes. Estas burguesías de criollos ambicionaban iniciar un proceso de industrialismo en sus regiones. Junto con dichas oligarquías se difunden las ideas más avanzadas de la Ilustración, las ideas de soberanía, igualdad, libertad, propiedad, que para aquella época, estaban en boga, sobre todo a partir de la Revolución Francesa. Estas burguesías por lo visto, requerían ampliar sus mercados en Sudamérica, pero España, era un obstáculo a su avance económico. España aplicó una política proteccionista, rentista, de su mercado, y para aquel momento, eso era una traba al desarrollo de las fuerzas productivas en esta parte del continente. Siempre España impidió el surgimiento de mercados en América. La metrópoli tenía el monopolio comercial y no quería ninguna posible competencia. Para inicios del siglo XIX, esa política simplemente reventó.

Sabemos que de la necesidad económica, fácilmente se sigue la necesidad política. Y es que estas oligarquías criollas, ávidas de mercados propios y de tierras, comienzan a plantearse la idea de la ruptura, la emancipación política del dominio español. Uno de los primeros precursores de esta proclama separatista fue el criollo arequipeño, jesuita Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, quien en su obra “Carta a los Españoles Americanos” a fines del siglo XVIII, expresa la necesidad de los criollos de luchar por la independencia. Otro criollo separatista fue Francisco de Miranda, prócer venezolano, que también dejó el camino marcado para la independencia de su región.

En el Perú el sentimiento libertario era fuerte sobre todo entre los criollos provincianos, profesionales y comerciantes muchos de ellos, quienes imbuidos de las ideas ilustradas, anhelaban esta emancipación. Ya antes de las llegadas de las corrientes libertadoras, habían estallado levantamientos y rebeliones dirigidos por estos criollos, como la de Francisco de Zela en Tacna, Juan José Crespo y Castillo en Huánuco, Enrique Pallardeli en Tacna, los hermanos Ángulo en el Cusco, Arequipa y Puno, siendo esta última la más trascendental. Todas ellas fracasaron por la incapacidad de los dirigentes criollos quienes no supieron incorporar decididamente a las masas campesinas y a otros sectores populares como los negros esclavos a la lucha independentista. Otro factor de su fracaso fue la escasa visión nacional que tuvieron. Dichas rebeliones en su mayor punto pecaron de regionalistas. Y a ello se suma la acción represiva de las autoridades coloniales encabezados por el virrey Fernando de Abascal, quien tuvo a su vez el respaldo económico de los aristócratas comerciantes limeños agrupados en el Tribunal del Consulado. Este sector era opuesto a todo intento separatista. Recordemos que dicho grupo económico fue favorecido por el monopolio comercial implantado por España desde el siglo XVI. Para aquel momento ya había acumulado cuantiosa fortuna y no quería perder sus privilegios con la independencia.

Así pues hay dos sectores de criollos en el Perú enfrentados en esta lucha: los limeños aristócratas, hacendados y comerciantes, vinculados fuertemente a España, opuestos al proceso separatista; y los provincianos liberales, profesionales y comerciantes, descontentos con la administración colonial, quienes anhelaban la independencia. De estos últimos saldrán los famosos próceres como Faustino Sánchez Carrión, Toribio Rodríguez de Mendoza, Luna Pizarro, etc. Esta diferencia entre grupos criollos no es del todo rígida, sin embargo, términos generales, se los puede dividir de esa manera.

Las corrientes libertadoras que convergerán en el Perú surgen pues por necesidad de terminar con el dominio español en América. Mientras en Buenos Aires y Caracas, ya los patriotas criollos habían alcanzado su emancipación, bajo la batuta de José de San Martín y Simón Bolívar respectivamente; el Perú continuaba y se convertía en el principal bastión de la reacción colonial, específicamente Lima. Como se dijo la necesidad de terminar con el dominio español iba acompañada por el interés económico de ampliar los mercados y tierras para el control de estas burguesías criollas.
Simón Bolívar criollo liberal, dirigió la independencia de Venezuela y Nueva Granada, luego en el Congreso de Angostura se apresta a fundar la República de la Gran Colombia y a establecer la corriente libertadora del norte. Su proyecto fue mucho más ambicioso que el de San Martín. Estaba por la conformación de una República Federativa Hispanoamericana, que busque desenvolver un capitalismo siendo Caracas el centro comercial de dicha Federación, todo ello bajo el respaldo del capitalismo inglés. Este proyecto fracasó por la oposición de los terratenientes conservadores y militares de cada país naciente, quienes como nuevos señores feudales pretendían gobernar sus regiones cual si fueran chacras. Ahí Hispanoamérica perdió una gran oportunidad de avizorar un desarrollo mancomunado.

En cuanto a la oligarquía bonaerense, después de independizar Buenos Aires, conforman su corriente libertadora del sur. Aquí se mezclaban intereses comerciales bonaerenses con los de los terratenientes, especialmente los ganaderos de las pampas argentinas. El de San Martín fue pues un proyecto conservador, hasta cierto punto monárquico que es lo que deseaba para el Perú, bajo el modelo político inglés de la monarquía constitucional. San Martín buscaba a conciliación con el español, el respeto de sus propiedades y títulos de nobleza. Sobre todo por el desprecio y temor que le inspiraban los campesinos y de que estos se metieran a la lucha. Chile fue el primer punto de esta corriente. Consumada su independencia en Maipú, la oligarquía comercial de Valparaíso se hará presente también, vía sus agentes, en la campaña hacia el Perú. Y en todo ese proceso el capitalismo inglés prestaría su decidido apoyo a ambas campañas. Como vemos serán muchos los intereses de las clases en pugna en este proceso separatista.

Las masas campesinas jugaron un papel decisivo en la emancipación. Siglos de explotación y miseria no hacían sino generar un sentimiento de odio al español y a sus aliados criollos aristócratas. La rebeldía de estos pueblos era algo que conmovía. La lucha indígena por la libertad ya había estallado mucho antes de consumada la independencia. En el siglo XVIII estallaron más de 100 rebeliones indígenas de carácter anticolonial y antifeudal, siendo la más importante la encabezada por el cacique José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, en 1780. Fue el movimiento social revolucionario más estremecedor de la colonia. Muchos héroes destacan en esta gesta como Micaela Bastidas, Tomasa Titu Condemayta, Diego Cristóbal Túpac Amaru, Túpac Catari, Pedro Vilcapaza, etc. Sin embargo, traiciones en el seno de los cacicazgos y errores en la dirección del movimiento terminaron por ahogar la revolución en una aplastante derrota.

Después de la derrota de la revolución tupacamarista, las autoridades coloniales aplicaron una fuerte represión contra el pueblo andino. A partir de allí se expresó un repliegue en sus luchas, de la que saldrán a inicios del siglo XIX cuando apoyen las rebeliones criollas, y ya durante la etapa de las corrientes libertadoras fueron quienes pusieron su sangre en demasía por la emancipación. Sin el apoyo de estas masas, conocidos como los “montoneros” la independencia no hubiese sido posible. La presión que ejercieron a la aristocracia limeña opuesta a la independencia, cuando estaban las montoneras por ingresar a Lima, las hizo cambiar de opinión. Sus propiedades pesaban mucho más que cualquier sentimiento patriota. San Martín recibió para ello el encargo de los aristócratas de protegerlos de los “indios”. De ahí surgió la famosa proclamación de la independencia en Lima en 1821, dejando a los realistas el control de la sierra. Así el tal 28 de julio del 1821, más que la concreción de la independencia, sólo se expresa una medida apresurada para evitar un inminente levantamiento campesino en las ciudades que golpearía las bases del poder de la aristocracia. Así se ve el carácter conservador de la corriente dirigida por San Martín.

Luego en el Protectorado San Martín busca defender a los aristócratas y se enfrenta a la oposición de los liberales que abrazaban las ideas republicanas. Sanchez Carrión, Rodriguez de Mendoza, fueron gravitantes en este contexto para la causa republicana. San Martín fracasa militar y políticamente, y se retira del Perú instalando el 1er Congreso. Nace así la República en 1822. Pronto surge el caos y desgobierno, aristócratas y liberales peruanos se enfrentan por la forma de gobierno que debe adoptar el Perú independiente, mientras los españoles en la sierra tenían amplio control de la situación y retomaron Lima en 1823. Así, mientras el caos reinaba en el Perú, héroes como María Parado de Bellido en Ayacucho y José Olaya en Lima, entregaban sus vidas por la promesa de la patria independiente. Llegaron a existir dos presidentes a la vez en el Perú: José de la Rivaguero, primer presidente, y José de Torre Tagle. Esta situación caótica sera aminorada con la llegada necesaria de la corriente libertadora del norte con Simón Bolívar a la cabeza quien pronto reprimió a estos conservadores.


Bolívar, con promesas de tierra y libertad, convoca a las masas campesinas a la guerra. Cobra cupos a la aristocracia norteña para costear la guerra y en poco tiempo logra rearmar un poderoso ejército. Sánchez Carrión fue su secretario de guerra. Las campañas de Junín y Ayacucho en 1824, contaron con decisiva participación de las montoneras. Fueron las masas campesinas quienes hicieron capitular a los realistas. Sin embargo, los criollos, aristócratas y liberales, quienes dirigieron estas campañas separatistas no tomaron en cuenta los intereses ni necesidades propias de los campesinos, como el derecho la tierra, ni la supresión de los tributos, en la nueva etapa republicana. Al contrario, la explotación de las masas se acentuó, la marginación, indiferencia y opresión se hizo más exasperante para el pueblo andino en la república como se verá en otro trabajo.

En conclusión: la emancipación fue obra de las masas populares, campesinas, negros esclavos, mestizos, etc.; fue con su concurso determinante que esta lucha cristalizó en la ruptura con España. Sin embargo, los que dirigieron este proceso, criollos aristócratas y militares terratenientes, mantuvieron durante la república, las mismas estructuras coloniales de opresión hacia las masas y permitieron una nueva dependencia hacia otras potencias, en este caso a Inglaterra, quien fue la más beneficiada con este proceso. Así, el capitalismo ingresa con más fuerza en Sudamérica y en todo lo que quedará del siglo XIX se profundizará el sometimiento de nuestros pueblos al capitalismo inglés, convirtiéndose las burguesías locales de los países independizados progresivamente en meros intermediarios y agentes del gran capital. Por lo tanto la lucha por la verdadera emancipación, la del gran capital y del imperialismo no ha terminado; prosigue, y es deber de los pueblos americanos, de sus clases trabajadoras, hermanados por una tradición de lucha, bajo sus organismos de vanguardia, terminarla y construir una América verdaderamente soberana.